viernes, 30 de junio de 2017

EL SENTIMIENTO DE CULPA



Las emociones no son ni buenas ni malas, son necesarias, en tanto en cuanto nos ayudan a responder a nuestras necesidades de supervivencia como seres humanos. Otra cosa es lo que nos hacen sentir, es por ello que la culpa es considerada como una de las grandes limitadoras en nuestro proceso mental, pero ¿es siempre así?. Aprendamos un poco más sobre esta emoción.

La culpa surge de la certeza o creencia de haber cometido una falta que ha podido perjudicar a alguien. Por consiguiente, su función es hacer consciente a la persona que ha hecho algo mal, para que de este modo pueda acceder a reparar el daño, si así lo desea.

Si tenemos en cuenta que el carácter y personalidad lo desarrollamos en nuestra infancia, podemos afirmar que este sentimiento se forja cuando empezamos a entender el concepto de conciencia moral (lo que está o no está bien personal y socialmente) en función de las relación psicoafectiva que hemos tenido con nuestros padres o con las personas que nos han criado.



Se suele confundir fácilmente con la emoción de la vergüenza pero en realidad no son lo mismo. Como hemos visto, la culpa está asociada al pensamiento de haber hecho algo malo, sea real o no lo sea, mientras que la vergüenza se experimenta cuando nos percibimos con carencias de habilidades o capacidades que consideramos deberíamos tener. Es decir, la culpa parte de un sentimiento interno focalizado en el error que hemos cometido, y la vergüenza está enfocada en el miedo a la percepción que los demás puedan tener de nosotros.

Como en todas las emociones, siempre podemos encontrar una parte más positiva que otra, y la culpa no iba a ser menos, por lo que podemos hablar de:

   - Culpabilidad sana: digamos que es así como la voz de nuestra conciencia, aquella que nos advierte que hemos cometido una falta, nos hemos saltado las normas personales o sociales, y como consecuencia hemos podido perjudicar a los demás. Una voz interior que nos incita a respetar las reglas y nos castiga al infringirlas. Favorece su función principal, la adaptación al medio. Es una culpa objetiva.

   - Culpabilidad mórbida: no existe objetividad en el hecho de sentirnos culpables. Creemos que hemos cometido un agravio, pero no ha sido así, por tanto en este caso es una culpa subjetiva. Se trata de una culpabilidad tóxica y que no nos ayuda a adaptarnos al medio. Al no funcionar la culpa como debiera, se puede dar un exceso de sentimiento que puede derivar en alteraciones psicopatológicas como la depresión, o bien, un defecto de sentimiento más asociado a la personalidad perfeccionista que no admite el error como una oportunidad de crecimiento.

Tenemos que ser los mejores, ir a la última moda, llevar varias tareas a la vez, etc. al final queremos abarcar tantas cosas que acabamos por no terminar ninguna, viéndonos después como incapaces, inseguros o débiles. Como hemos mencionado anteriormente, lo que hace sobrevivir al ser humano es su adaptación al medio, y dentro de todo proceso de adaptación está el error implicado como una forma más de aprendizaje, así que darle la espalda a nuestra forma de evolucionar resulta un contrasentido. Si hemos errado y nos sentimos culpables, hagamos por solventar el sentimiento poniendo solución o expresando nuestro malestar por lo ocurrido; si no hemos errado pero creemos que sí, entonces trabajemos qué es lo que nos está sucediendo emocionalmente para tener la sensación de que no lo estamos haciendo del todo bien cuando no hay nadie que nos esté diciendo que eso esté siendo así.

Vamos a hacer un pequeño ejercicio donde podemos ver cómo empezar a trabajar esos sentimientos de culpa, ¿de acuerdo?.

Identifica una situación donde te hayas sentido culpable, tómate tu tiempo, no hay prisa. Una vez identificada anótala en un papel y escribe qué persona o personas se sienten o se han podido sentir heridas por tu causa, y el motivo de porqué crees que eso es así. ¿Ya lo tienes?.

Ahora vas a pensar en situaciones donde te hayas sentido mal por las acciones u opiniones de otros con respecto a ti. Haremos el mismo procedimiento, anótalas en un papel explicando el motivo o causa por lo que llegas a esa conclusión. ¿listo?.

En ambos supuestos, ¿quién crees que es el responsable del sentir de cada uno?, ¿lo eres tú?, ¿lo es la otra persona?, ¿quién consideras que tiene el poder sobre las emociones que uno experimenta internamente?.

Somos 100% responsables de lo que hacemos, decimos y pensamos, por tanto los demás también son 100% responsables de lo mismo con respecto a ellos. Teniendo en cuenta esto, si nos vamos a la situación en la que has anotado donde te sentías culpable, si la conclusión a la que llegas es que has cometido un prejuicio objetivo a otros, felicidades porque te permite poder cambiar eso y disolver la culpa; si por el contrario llegas a la conclusión de que creías que podías perjudicar a otros, pero que no ha sido así, sino que sólo es una percepción porque te sientes mal por otras cosas, enhorabuena también, porque identificar que tenemos un problema emocional es el principio de la solución.

Dedica un tiempo a reflexionar sobre tus procesos emocionales, porque muchas veces caemos en trampas del pensamiento o disonancias cognitivas, que lo que hacen es que distorsionemos la realidad y nos sintamos mucho peor. Merece la pena conocerse mejor a uno mismo, ¿no crees?.

CARACTERÍSTICAS COMUNES DE LAS PERSONAS CON SENTIMIENTOS DE CULPABILIDAD.

  -Viven en constante tensión. La tensión emocional mantenida en el tiempo acaba por afectar al organismo, ya que se altera considerablemente el funcionamiento de las sustancias químicas de la que está compuesto. Por lo que suele ser bastante común que las personas con frecuentes sentimientos de culpabilidad padezcan de estrés y contracturas musculares debidas a la rigidez a la que someten al cuerpo.

   -Se angustian con facilidad. Al sentir que no tienen control sobre sí mismos y su entorno, comienzan a sentir ansiedad. Empezarán a aparecer toda una serie de inseguridades que mermarán su autoestima.

   -Tienden a desvalorizarse y despreciarse a sí mismos. Son muy autocríticos. Se acaban convirtiendo en sus peores enemigos.

   -Viven acompañados de constantes sentimientos de autoexigencia, perfeccionismo y obsesión, lo que les genera constantes frustraciones y desasosiegos.

   -Tienen miedo a equivocarse o a cometer errores. Están tan centrados en lo que quieren conseguir, que no se permiten errar. Cualquier contratiempo lo consideran un fracaso y tienden a autocastigarse a través de pensamientos negativos donde se repiten contantemente lo torpes o poco válidos que han sido.

  -Necesitan tener la aprobación de si mismos y de los demás. Precisan de una constante retroalimentación que ensalce la valía para saber que van por el camino correcto según la propia percepción.

   -Temen al rechazo. Tienen miedo a que los demás los tachen de poco válidos o débiles por lo que siempre estarán intentando dar lo mejor de si para que eso no suceda.


¿CÓMO SUPERAR LOS SENTIMIENTOS DE CULPA?

   - Identifica el sentimiento de culpa y la conducta asociada a él. El primer paso es siempre pararnos a ver qué es lo que nos está pasando, por qué nos sentimos así, qué nos están queriendo decir nuestros pensamientos y emociones en ese preciso momento. Una vez identificado seremos capaz de valorar de una forma objetiva si realmente he cometido un agravio por el que la culpa sea entendible, o si es que mi percepción del mismo no es tan real como yo pensaba.

   - Expresa verbalmente, a las personas perjudicadas o implicas, tu malestar y arrepentimiento asociado al mismo. Hacerles saber cómo te sientes ante lo acontecido es la mejor manera de practicar la comunicación asertiva.

   - Pide perdón para liberarte del peso emocional que comparta la culpa. El perdón implica reconocer el sentimiento de culpa y poder darle una salida emocional saludable que evite que dicho malestar se nos quede anclado en nuestro interior. Además de ayudar en la relación con los demás, al reconocer que no ha sido nuestra intención hacerles sentir mal.

   -Muestra tu intención de reparar el daño, si éste ha sido un daño objetivo. Las palabras si las acompañamos de una acción en concordancia con las mismas, son el camino correcto hacia el equilibrio emocional.

   - Revisemos los errores que consideramos que hemos cometido a lo largo de nuestra vida. Nos percataremos que muchos de ellos ni los recordamos. Hacerlos conscientes facilita observar que la mayor parte no han tenido consecuencias negativas, más allá de la afectación emocional a la que nosotros les hemos abocado. Por tanto, creamos tensiones sobre realidades que no son tan limitantes, siendo nosotros los únicos afectados.

    Reconozcamos que errar es una característica del ser humano. Es imposible saber todo y hacerlo todo bien, así que tratemos de disfrutar el trayecto sin demasiados agobios.

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