domingo, 25 de junio de 2017

ESTABLECIENDO LÍMITES Y COMPLETANDO ETAPAS




Somos seres sociales, necesitamos relacionarnos con los demás para desarrollarnos y sobrevivir, mantener relaciones personales sanas será, por consiguiente, lo que nos permitirá disfrutar de una vida emocionalmente estable. La mejor manera de hacerlo es permitirnos expresarnos como pensamos y sentimos, amar sin esperar nada a cambio y respetarnos los unos a los otros en tanto a opinión, valores y creencias. Todo ello sin perder nuestra propia identidad.

El problema surge cuando somos demasiado permisivos, se produce una incongruencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos, y priorizamos las necesidades de los demás a las propias. Lo que indica que no sabemos establecer límites en nuestras relaciones.

¿Prefieres estar solo? ¿sientes que las personas se aprovechan de ti? ¿nadie te escucha? ¿no sabes decir no cuando te piden algo? ¿consideras que nadie te quiere y te valora? Si tu respuesta es sí, ha llegado el momento de cambiar.

Lo primero que haremos es aprender a decir Sí a unas cosas y No a otras. Tomaremos el termómetro emocional como baremo ante tal decisión. No olvidemos que las emociones son unas excelentes guías, mientras que las satisfactorias nos indican que vamos por el camino correcto, las menos satisfactorias nos alertan de que algo debemos cambiar. No hablamos de emociones positivas o negativas ya que todas nos ayudan, son adaptativas, otra cosa es que nos gusten más o menos sus efectos.



En el proceso de desarrollo personal los límites se van estableciendo desde que nacemos. Empiezan a forjarse de manera poco consciente, en función de la enseñanza, la relación con los demás y nuestras propias experiencias. En el momento que sentimos que estamos siendo invadidos, empezaremos a hacer consciente el malestar y delimitaremos las pautas sobre como queremos que nos traten. Esperar a que el otro se de cuenta de lo que nos incomoda una situación, no supondrá más que un malestar difícil de gestionar. Así que, perdamos el miedo y asumamos que en nosotros empieza el cambio.

¿Siempre que pongamos límites el resultado obtenido será el esperado? La respuesta es no. Que el resultado sea uno u otro, dependerá por un lado de la forma que tengamos de establecerlos, y por otro de la decisión que con respecto a los mismos tome la otra persona. Será la actitud la que determinará nuestro estado de ánimo independientemente de si el límite quedó instaurado o no. Así que sólo tenemos que preocuparnos de ser la mejor versión de nosotros mismos, no necesitamos más.

Prestaremos especial atención en como fijaremos el límite, ya que no siempre se hace de la forma más adecuada. Evitaremos aquellos de connotación más rígida y difusa, en pro de los más claros y flexibles. Dicha flexibilidad será la que nos permita alcanzar, con mayor probabilidad, un entendimiento en el que ambas partes nos sintamos cómodas. Como podemos ver, el establecimiento de límites no deja de ser un proceso de negociación.

Dentro de lo que son las relaciones personales basadas en límites saludables debemos:

    Explicar lo que nos molesta de una forma tranquila y reflexiva, entendiendo que el otro puede que no piense lo mismo que nosotros.

    Ser capaces de mantener un balance sano entre lo que damos y lo que recibimos, sin que por ello nos sintamos obligados o culpables.

    Saber diferenciar lo que son las emociones y los sentimientos propios de los ajenos, estableciendo de esta manera una prioridad sobre lo que pensamos y no sobre lo que se espera de nosotros

    Decir no cuando consideramos que la otra persona está resultando abusiva e irrespetuosa con respecto a nosotros.

    Aprender a negociar, sin olvidar que en todo proceso de negociación la flexibilidad deber estar presente.
    Ni el bueno es tan bueno, ni el malo es tan malo. Reconozcamos conductas propias y ajenas, sean aceptables o no.

    No ser rígidos en el trato, ya que puede que nos estamos equivocando. El diálogo siempre será la mejor vía hacia el entendimiento.

    Ser respetuosos con los pensamientos, valores, creencias, opiniones, emociones y sentimientos propios y ajenos.

Debemos aprender a completar etapas, ya que si insistimos en permanecer en ellas, más tiempo del necesario, perdemos el sentido de la vida: seguir evolucionando. ¿Cómo sabemos que una etapa ha finalizado? Cuando el balance emocional entre lo que nos afecta y lo que nos satisface, se inclina del lado negativo. Hay que perder el miedo a seguir caminando.

Si el sentido de nuestra existencia se basa en el crecimiento personal, necesitamos del cambio para ir probándonos. Está bien permanecer un tiempo adquiriendo todo el aprendizaje que podamos, pero hemos de ser valientes para decidir seguir adelante cuando nos percatamos de que dejamos de encajar en ese lugar. Se trata de ser honestos con nuestro sentir interno, sin emitir juicios ni quejas y, sobre todo, respetando que cada individuo escoge su propio trayecto.

Cuando trato casos de dependencias o relaciones tóxicas, siempre formulo la siguiente interrogación ¿Qué sentido tiene permanecer en un sitio donde lo único que obtenemos es aquello que no deseamos?. Alejandro Jodorwsky nos da la respuesta emocional más saludable: “No luches una vida entera por obtener llaves donde no hay puertas”.

Llega un momento en la vida donde debemos dejar de poner resistencia al cambio, porque cuando los zapatos no son de nuestro número, ni con calzador entran. Nada no es indispensable, mientras nos tengamos a nosotros mismos. Nacimos seres completos y como seres completos partiremos. Así que, confía en tus posibilidades, lucha por tus sueños, que no se apague la llama de la ilusión, porque ésta será la que mantendrá encendido tu corazón. Por muchos golpes que la vida te haya dado, por más que pienses que no puedes, merece la pena seguir intentándolo ¿no crees?. Aprendamos entonces a desprendernos de toda esta carga emocional que nos dificulta avanzar.


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