martes, 13 de febrero de 2018

5 COSAS QUE LA GENTE LAMENTA ANTES DE MORIR



Gran parte de mi vida la he dedicado a los cuidados paliativos. Como enfermera, he tratado con muchas personas a las que los médicos habían desahuciado y que habían sido enviadas a sus hogares a pasar sus últimos días.

Poco antes de morir, la mayoría de la gente se lamenta por lo que había hecho o dejado de hacer durante su vida. Algunos sentían muy fuertes arrepentimientos. He vivido experiencias humanamente muy intensas y emotivas con estas personas con las que compartí sus últimos meses de vida.



Cuando la propia muerte se aproxima de manera inexorable, la mayoría de las personas no pierde el tiempo en cosas superficiales, sino que se enfoca en lo que realmente es importante en la vida.

De algunos enfermos terminales, incluso, podría decir que este proceso les ha impulsado a un crecimiento personal sorprendente. Casi todos ellos pasaron por una auténtica montaña rusa de emociones: desde la inicial incredulidad sobre su diagnóstico, pasando por la rabia, el miedo y el remordimiento por lo que creían que iban a dejar pendiente hasta la aceptación final. En la mayoría de los casos, este proceso en el que les pude acompañar les llevó hasta una gran paz interior, un estar bien consigo mismo.

Tengo que confesar que de todas estas personas he aprendido mucho sobre la vida. Si bien todas las personas somos distintas, sí que es cierto que, cuando hablaban de aquellas cosas de las que se arrepentían o que hubieran hecho de una manera distinta, muchos de estos enfermos terminales hacían hincapié en vivencias similares.

LAS  5  LAMENTACIONES MÁS HABITUALES ANTES DE MORIR

1.- Ojalá hubiera sido valiente para vivir la vida que deseaba y no la que otras personas (padre, madre, pareja, etc.) habían preparado para mí.

Esto es lo que, con más frecuencia, lamenta la gente cuando se acerca su final. En ese momento echan la vida atrás y comprueban, con tristeza, que muchas de sus sueños se quedaron por el camino y que los sustituyeron por otros que no eran genuinamente suyos, sino de otros: una casa más grande, un coche más rápido, mayor estatus social…

Para sentirse bien con uno mismo, es muy importante llevar a cabo alguno de los sueños que uno tenía en su juventud. Cuando la vida va llegando a su fin, ya es demasiado tarde para lamentarse y, si no se ha cumplido ninguno de esos sueños, solo queda el amargo sabor de la traición a uno mismo.

2.- No debía haberle dedicado tanto tiempo al trabajo, sino a mi familia.

Este arrepentimiento es más frecuente en los hombres, ya que tradicionalmente sobre ellos ha cargado la responsabilidad de asegurar el sustento económico de la familia. Asimismo, es más habitual que los hombres hayan buscado su realización personal en la consecución de metas laborales y profesionales. Sin embargo, muchos de estos hombres moribundos se daban cuenta que el haber dedicado tanto tiempo y tanto esfuerzo al trabajo no les había proporcionado la felicidad que esperaban. Por el contrario, sentían remordimientos por no haberle dedicado el tiempo y la atención que merecía su familia.

Algunas de las mujeres que cuidé también expresaron este pesar, aunque fueron menos en número, ya que pertenecían a una generación en la que la mayoría de las mujeres no trabajaban fuera del hogar.

Si uno atiborra su vida con obligaciones y ocupaciones, no le queda tiempo para dedicarlo a las personas que quiere. En realidad, si uno reflexiona sobre sus necesidades económicas reales, cae en la cuenta de que no son tantas ni tan cuantiosas. Es momento entonces de tener claras las prioridades y simplificar el estilo de vida. Porque, efectivamente, se puede ser mucho más feliz con menos.

3.- Me gustaría haber mostrado más abiertamente mis sentimientos.

Muchos de los enfermos terminales con los que compartí sus últimas semanas me confesaron que, en demasiadas ocasiones, habían reprimido sus sentimientos. Algunas veces por no parecer blando, otras por miedo a la desaprobación de los demás, otras por orgullo… Sea por lo que fuera, se lamentaban por no haber tenido el valor de expresar sus sentimientos sobre todo con sus seres queridos. Les pesaba no haberles dicho suficientemente a sus hijos, a sus hermanos, a su esposa o a su marido todo lo que les aman y, en cambio, haber vivido largo tiempo en conflicto con ellos.

Por otra parte, hoy sabemos que la conexión entre cuerpo y mente es tan estrecha que muchas de las enfermedades físicas tienen su origen en la amargura y el resentimiento almacenados durante demasiado tiempo.

Por tanto, muchos de mis pacientes sentían que no habían tenido una vida plena, porque no habían sido sinceros consigo mismos respecto a sus sentimientos por falta de valentía. Y si bien las reacciones de los demás no se pueden controlar, si una persona expresa con claridad lo que quiere en la vida, al final suele llegar a un entendimiento con las otras personas. Y si esto es posible, por lo menos logra salir de relaciones que no le ayudan a seguir creciendo como persona. De modo que, en ambas hipótesis, sale ganando.

4.- No debería haber perdido la relación con los viejos amigos, me hubiera gustado estar más en contacto con ellos.

Poco antes de morir, la mayoría de los enfermos terminales lamenta no haber cuidado lo suficiente las relaciones con los amigos de la infancia y de la juventud. Es en estas últimas semanas cuando más se les echa de menos. La mayoría de los moribundos tampoco encuentra explicación exacta de por qué estas amistades fueron desvaneciéndose de sus vidas. Sólo se dan cuenta que, por unas circunstancias u otras (crianza de los hijos, aspiraciones de proyección laboral, separaciones o divorcios, etc.), se fueron aislando de gente a la que apreciaban de verdad.

En algunos casos, colaboré en el intento de localización de estas antiguas amistades, pero muchas veces no fue posible encontrarlas. Tristemente es demasiado frecuente ver cómo las personas recuerdan a tantos amigos que pasaron por su vida, pero que las ocupaciones cotidianas y la falta de cuidado se los arrebataron de manera definitiva.

En prácticamente todos los casos, lo que sí pude apreciar fue el sincero lamento de quienes ya no tienen mucho tiempo y se arrepienten de no haberles dado a estos viejos amigos precisamente el tiempo y la dedicación que se merecían.

Cuando te tienes que preparar para aceptar su propia muerte, todas las preocupaciones materiales pierden su sentido. Lo único que queda al final es el amor que se haya dado y el que se ha recibido. De hecho, los moribundos suelen querer dejar arreglados sus asuntos económicos, el testamento e incluso llegan a ocuparse de su propio funeral, pero lo hacen pensando en los seres queridos que dejan. Por encima de todo, quieren ayudarles en todo lo que les sea posible y expresarles así toda su gratitud por el amor compartido.

5. Tenía que haberme permitido a mí mismo ser más feliz

Casi al final de sus vidas, muchas de las personas a las que cuidé se dieron cuenta de que podían haber vivido una vida mucho más plena y haberse sentido más satisfechas consigo mismas si no se hubieran atado a viejos convencionalismos, si no hubieran ocultado sus verdaderos sentimientos. El temor a la crítica de su entorno les había limitado en su comportamiento, de manera que en múltiples ocasiones no habían sido fieles a su corazón, sino que hicieron lo que se esperaba de ellos. No arriesgaron cuando en su interior querían reír, cantar, bailar y sentirse vivos, prefirieron la seguridad de lo establecido. En definitiva, no se atrevieron a vivir más felices.

Sin embargo, cuando uno está llegando al fin del “viaje”, le importan poco las críticas sobre lo que es o no es conveniente. De hecho, fue fantástico comprobar cómo algunos de mis pacientes pudieron recuperar la inocencia y las ganas de reír durante sus últimos meses. Una auténtica lección de vida.

Al final cada uno vive la vida que elige vivir. ¿Por qué no elegir ser feliz y hacer felices a otros? Aunque fuera en sus últimos días, muchos de mis pacientes descubrieron que ser feliz es una elección. Y ésta es la enseñanza principal que compartieron conmigo en el trascurso de una vivencia tan intensa como la de la muerte: casi todo en la vida es una elección. Poco antes de morir, demasiada gente lamenta no haberse permitido ser feliz. Por tanto, decida ser feliz hoy mismo. ¿O prefiere tener que lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde?

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